“Éramos muy pobres”: con su talento, Alfredo Gutiérrez sacó adelante a su familia

Alfredo Gutiérrez recuerda los momentos en los que, siendo un niño, tuvo que tocar el acordeón para recibir los centavos que ayudarían a su familia. Esta es su historia.

Por Redacción Vea

21 de mayo de 2022

“Me llamo Alfredo de Jesús, soy un tocayo de Dios y soy un protegido de él”. El 17 de abril de 1943 nació en el corregimiento de Paloquemao, Sucre, Alfredo de Jesús Gutiérrez, un niño prodigio que, a sus 4 años, ya tocaba el acordeón lejos de imaginarse que más de 70 años después se convertiría en uno de los mayores exponentes del vallenato que se atrevió a incursionar con aires musicales no habituales para ese instrumento como el porro, el chandé y la cumbia. Gracias a eso, se ganó el título de ‘El Rebelde del Acordeón’ y ha sido coronado tres veces como el Rey del Festival de la Leyenda Vallenata. Con su canción El Prodigio recuerda cómo desde que era apenas un niño tenía que trabajar para llevar el sustento a su casa.

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“Nací yo y luego me convertí en el hombre que traía los centavitos para la comida porque éramos una familia muy humilde, muy pobre. Yo de 4 años ya tocaba el acordeón, entonces me decían el prodigio porque cantaba y tocaba, por eso, todo el mundo era detrás de mí, las personas me daban moneditas y así me volví en el líder de la casa, el que ganaba platica para el sustento de mi familia”, afirmó el reconocido artista de 78 años quien heredó el talento de su padre, Alfredo Enrique Gutiérrez, que también tocaba el acordeón.

Después de varios años de tocar en las calles y en los buses urbanos en compañía de su padre y de tratar a toda costa de mejorar la situación económica de su casa, a sus 15 años, el prodigio del acordeón tuvo que afrontar uno de los momentos más difíciles de su vida. “Mi papá tenía cáncer cutáneo y no sabíamos cómo operarlo. Yo tocaba para recoger moneditas para ayudarlo. Yo de niño sentía alegría, pero compasión. Alegría por el acordeón y porque sentía el cariño de la gente, pero preocupado por mi papá, me esmeraba más por tocar y tocar para salvarle la vida”. Finalmente, en el año 1958 murió su padre, dejándole un gran vacío en su corazón. “Era un hombre muy decente, muy calmado, nunca lo vi regañar a mis hermanas, nunca una discusión con mi mamá, a mí siempre me decía ‘mijito’, un modelo de papá y eso he tratado de hacer con mis hijos, por eso ellos tienen un ejemplo vivo en mí, porque yo lo recibí de mi papá”.

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Como si fuera poco, el artista también tuvo que vivir el duro momento cuando a unos familiares les quemaron sus casas. “Mi papá era liberal Gaitanista. Los conservadores una vez les quemaron unas casas a unos tíos. Eso me dio mucho dolor, ver esos ranchitos convertidos en cenizas”.

La música fue su aliciente. Sus ganas de sacar su familia adelante y su fe en Dios hicieron que Alfredo Gutiérrez comenzara a ganar fama y reconocimiento. Años más tarde formó el grupo ‘Los pequeños vallenatos’ junto al profesor José Rodríguez y los hermanos Hernández. En 1960, en Sincelejo, funda ‘Los Corraleros de Majagual’ junto a Calixto Ochoa, César Castro, Lucho Pérez, Eliseo Herrera, Chico Cervantes y posteriormente Lisandro Mesa. “Ahí llegó la recompensa de tanto sacrificio y pude comprarle la casita a mi mamá. La vida se me recompuso económicamente y yo feliz ya les compraba vestidos a mis hermanitas. La música ha sido todo, mi tren de vida, el don que Dios me dio”.

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Por las venas del reconocido acordeonero no corre sangre, sino música. Así es como él mismo describe su pasión por el vallenato. “Amo la música, cada gota de sudor que sale parece que fuera una nota musical que yo brotara”. Uno de sus grandes proyectos será la publicación de su biografía que se llamará Alfredo Gutiérrez, la grandeza de un eterno rebelde, escrita por Fausto Pérez Villarreal, un periodista barranquillero que ha ganado 5 premios Simón Bolívar.

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